jueves, 12 de enero de 2017

SIGLO XIX: LA CONSTRUCCIÓN DEL ATEÍSMO

Aunque no existe ninguna historia sociológica de la descristianización de Europa, no parece aventurado afirmar que se trató —desde finales del siglo xvii- de un movimiento intelectual. Contamos con un comentarista interesado, pero lúcido, de esta historia: Karl Marx. En unas páginas célebres de La sagrada familia, Marx se preocupa de hacer la historia de los antecedentes del materialismo histórico. «Existen dos tendencias en el materialismo francés: una tiene su origen en Descartes; la otra, en Locke. La segunda tiende, principalmente, al desarrollo de la cultura francesa, y desemboca directamente en el socialismo; la otra, el materialismo mecanicista, se pierde en las verdaderas ciencias naturales francesas. Ambas tendencias se entrecruzan en el curso de su desarrollo»1.
La ascendencia cartesiana puede sonar a extraña. Es sabido cómo Descartes se consideraba un buen católico; es más, todo el principio de la filosofía cartesiana (y el principio en Descartes es fundamental) se basa en el postulado de que Dios no puede permitir que nos engañemos. Y, sin embargo, no hay que desdeñar esta interpretación marxiana: Descartes «prestó a la materia una fuerza autocreadora y consideró al movimiento mecánico como su acto vital. Descartes separó completamente su física de su metafísica. En su física la materia es la sustancia única, la única razón del ser y del conocimiento»2. Marx se refiere a la separación cartesiana entre res extensa y res cogitans, es decir, a la anulación implícita de la metafísica realista. Como se sabe, después de esa separación, Descartes encontrará pro-
' K. MARX, F. ENGELS, La sagrada familia, Ed. Claridad, Buenos Aires 1973, p. 143.MARX, La sagrada..., p. 143.
blemas para unir el cuerpo con el alma. No será difícil después, para los materialistas posteriores, prescindir del alma: «El materialismo mecanicista francés se aferró a la física de Descartes, por oposición a su metafísica. Sus discípulos fueron antimetafísicos de profesión, es decir, físicos. Esta escuela comienza con el médico Leroy, alcanza su apogeo con el doctor Cabanis, y el doctor Lamettrie es su centro»3. Lamettrie, como es sabido, es el autor de L'homme machine: el hombre —como los animales para Descartes— es sólo una máquina compleja; su explicación ha de quedar confiada a la física (a las ciencias naturales), excluyéndose por completo la metafísica.
El panorama ha sido trazado por Marx de forma rápida, pero sustancialmente acertada. La metafísica cartesiana encontró, al mismo tiempo, otros oponentes en Gassendi y en Hobbes: «Gassendi y Hobbes triunfaron sobre su adversario, precisamente en el momento en que éste reinaba como un poder oficial en todas las escuelas francesas»4. Se vuelve, claramente, a los materialistas antiguos (Demócrito, Epicuro), que Marx conocía bien por haber hecho sobre ellos su disertación doctoral.
Según Marx, Hobbes desvela el materialismo que estaba implícito en Francis Bacon, el autor del Novum Organum. Los prejuicios teístas que aún quedaban en Bacon fueron «pulverizados» por Hobbes; «como sólo lo material puede ser objeto de la percepción y del saber, nada sabemos de la existencia de Dios; sólo es cierta mi propia existencia»5.
Hobbes es sustituido, en esta fundación gnoseológica del materialismo, por Locke. Este construye, disfrazado con una filosofía del sentido común, «un sistema positivo y antimetafísico»6.
Por otro lado, estaba la influencia de Pierre Bayle, que Marx señala también como aquel que «hizo perder teóricamente todo
MARX, La sagrada..., p. 143.MARX, La sagrada..., p. 144.MARX, La sagrada..., p. 146. Marx, como de costumbre, simplifica, pero no se puede ya poner en duda el materialismo implícito en Hobbes.
K. MARX, La sagrada..., p. 145. Cfr. T. MELENDO, J. Locke: Ensayo sobre el entendimiento humano, Emesa, Madrid 1978, pp. 78-79: «Como según Locke nunca se pueden superar los contenidos de la experiencia, toda la filosofía del Ensayo se orienta al materialismo,
el mérito a la metafísica»7. El diagnóstico es interesante, y no menos es la relación con la postura de Feuerbach: «del mismo modo que Feuerbach, combatiendo la teología especulativa, fue empujado a combatir la filosofía especulativa precisamente por haber reconocido en la especulación el último apoyo de la teología (...), así Bayle, experimentando dudas religiosas, empezó a dudar de la metafísica que sirve de sostén a la fe»8.
La historia del pensamiento no se puede resumir en pocas líneas. Pero no tiene, por otro lado, nada de extraño que una serie de intentos orientados hacia lo mismo —la afirmación de la materia como única realidad— dieran los mismos resultados. Marx silencia aquí, significativamente, a Kant, el filósofo que intentó fundar una nueva ética —en modo alguno materialista—, el que «tuvo que limitar la ciencia para hacer un sitio a la fe», a una fe pietista.
Interesa recordar que la mayor parte de los pensadores influyentes en Europa desde principios del XVIII son materialistas o deístas y se sabe que «al menos para el materialismo, el teísmo no es sino un modo cómodo e indolente de librarse de la religión»9. Será Hegel quien, considerándose el acabamiento y perfeccionamiento de la filosofía, creerá superar la distinción materialismo-espiritualismo, devolviendo al Espíritu (Idea, Absoluto, Universal concreto) la primacía. Pero de los discípulos de Hegel arranca precisamente la mayor tarea antimetafísica, ya en pleno siglo XIX, aunada, como quería Marx, a una tarea antirreligiosa o anticristiana. La izquierda hegeliana (los hermanos Bauer, Stirner, Strauss, Ruge, Engels, Marx) operará la definitiva materialización de la filosofía.
El jefe indiscutido de esta izquierda —al menos al principio— fue L. Feuerbach. Cuando en 1841 publica La esencia del cristianismo, «todos nos hicimos feuerbachianos», escribió Engels. ¿Qué pretendía Feuerbach? Descubrir el ateísmo implícito en el sistema de Hegel, descubrir lo esencial del cristianismo a la vez que el papel positivo desarrollado por la fe cristiana para
7. MARx, La sagrada..., p. 144. Sobre este autor, cfr. T. ALVIRA, P. BAYLE : Pensamientos diversos sobre el corneta, Emesa, Madrid 1977.MARx, La sagrada..., pp. 144-145.MARx, La sagrada..., p. 147. He hecho un análisis detallado de estos temas en El humanismo marxista, Rialp, Madrid 1978.
enriquecer lo natural-exclusivamente-humano. En otras palabras, Feuerbach es un drástico asertor de la reducción humanista de cualquier religión. Pero esa reducción no significa, para él, que el cristianismo sea absolutamente falso: es verdadero en cuanto ha supuesto una desvelación de la realidad humana. El secreto de la teología es la antropología, pero la antropología tiene que «agradecer» que la teología (la religión) haya desarrollado tan profundamente lo humano.
Feuerbach es un filósofo profesional, de amplia erudición. Rastreando en la filosofía idealista alemana (a la que por lo demás él mismo pertenecía) descubre en Kant un precedente de la reducción hegeliana de concebir la esencia de Dios como equivalente a la esencia de la Humanidad. Esta es quizá la primera afirmación neta de un fenómeno luego muchas veces citado: la secularización. No es indiferente la actitud de Feuerbach en este campo, ya que su influencia pasa a Marx y a través del marxismo (y del comunismo, socialismo, etc.) a la cultura de los siglos xIx y xx, al mundo en el que vivimos.
Cuando la izquierda hegeliana hace su aparición con el libro de Strauss Vida de Jesús (1835), probablemente no se desea llegar a tanto. El mismo Strauss, en una obra de 1872 (La antigua y la nueva fe), se plantea la pregunta célebre: «¿Somos aún cristianos?». La respuesta estaba en la pregunta: «no somos ya cristianos». Pero Strauss no quiere acabar del todo con la religión; construirá un panteísmo de acuerdo —en algunos trazos— con la corriente científica más en boga por aquellos años: el darwinismo10
10 Para una idea breve, pero profunda, de Strauss, cfr. T. URDANOZ, Historia de la filosofía, IV, BAC, Madrid 1975, pp. 422-428, con una amplia bibliografía. Cfr. también la explicación de FEUERBACH, pp. 428-440. Feuerbach es identificado como el «iniciador del llamado humanismo naturalista y ateo que abrió el camino al materialismo dialéctico de Marx» (p. 428).
Y es que no es posible separar la madeja de oposiciones a la religión cristiana (y a toda religión: esto se vería más tarde) que se da hacia finales del siglo XIx. Paralelamente a la izquierda hegeliana, trabajan en ese sentido el evolucionismo, el positivismo y el neopositivismo. La «alta cultura» se hace arreligiosa con el método de fundar «científica y críticamente» la imposibilidad de la fe. Este es el ambiente que se respira en muchas Universidades y el que, a través de la universidad, va a transmitirse al resto de las estructuras educativas. La ciencia moderna, cuyo progreso se pensaba entonces unilineal, continuo y ascendente, habría desvelado finalmente «los enigmas del Universo», según la fórmula de Haeckel. Dios está destronado, por innecesario. Si acaso se le podía consentir que funcionase como rey constitucional: reinando, pero no gobernando.
Feuerbach lanzará a la opinión pública —aunque tardaría tiempo en convertirse en tópico— que es el sentimiento de dependencia el verdadero fundamento de la religión; el hombre, al sentirse dependiente, «construye» un objeto trascendente; pero ese objeto no es más que la naturaleza o el mismo hombre. El hombre más religioso es el que experimenta con más fuerza la dependencia; cuanto menos ponga en él, más pondrá en Dios (idea que está en la base del concepto marxista de alienación).
Si colocamos como fecha significativa el año 1859 (cuando aparece El origen de las especies, de Darwin, y Contribución a la crítica de la economía política, de Marx), el panorama filosófico europeo presentaba estas corrientes principales: los ya citados Strauss, Feuerbach y Bruno Bauer; el anarquismo de Max Stirner (muerto en 1856) o de los rusos Alexander Herzen y Michail Bakunin; el pesimismo de Schopenhauer, con una fama creciente en los salones; Nietzsche, etc. Sólo en Francia, Italia y España —entre otros países-- se podía hablar de espiritualismo, pero con expresiones filosóficas carentes de fuerza, en muchos casos, y que no sirvió, sino en escasa medida, para contrarrestar la crítica a la religión que se traslucía directa o indirectamente de la moda filosófica.
En definitiva, hay que repetir que la historia sociológica de la descristianización fue, en gran parte, una historia intelectual, un movimiento que contrariaba las bases populares, que permanecían fieles a la religión en su sentido propio. En el término de varias décadas —desde 1850 a 1890— una parte importante de la clase dirigente europea mantenía ya que la religión era un residuo, sólo comprensible porque la ciencia no había llegado aún a alcanzar el puesto al que estaba destinada.
Hacia finales del xIx se han cristalizado ya la mayoría de los partidos socialistas, que adoptan una visión cientista del mundo y del hombre, con la más completa exclusión de la religión. No eran aquellos tiempos en los que el socialismo decía admitir la libertad religiosa entre sus afiliados; durante varias décadas, la afiliación socialista era —como heredera en este punto del radicalismo liberal— una afiliación cientista. En la sombra de todo este proceso está Feuerbach, a pesar de que su papel es hoy casi desconocido, salvo entre especialistas.
Feuerbach no es un autor antirreligioso explícito; se anticipa a las versiones —más propias del siglo xx que del xIx— que pretenden presentar lo auténticamente religioso hablando sólo de lo humano. «Yo no he hecho sino delatar el secreto de la religión cristiana, desgarrar el tejido dementiras y engaños, lleno de contradicciones, de la teología. Si, pues, mi libro es negativo, irreligioso, ateo, reflexiónese que el ateísmo (en el sentido al menos que este libro lo entiende) es el secreto de la religión misma; que la religión, en su verdadera esencia, no cree en otra cosa más que en la verdad y en la divinidad del ser humano»11

11 FEUERBACH, La esencia del cristianismo, prólogo a la 2.a ed., citado en URDANOZ, Historia de la filosofía, p. 439, nota 32.